Bienvenidos

Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

sábado, 8 de mayo de 2010

¿Están locos estos britanos?

Rogorn
en Blogorn

Cuando uno se va lejos de viaje, uno espera que las cosas sean muy diferentes a lo que conoce. Uno viaja a Japón, el Congo Belga o la Chimbamba Citerior y va esperando que las cosas sean distintas y exóticas. Hay veces, sin embargo, en que no hay nada más distinto y exótico que el vecino.

El vecino inglés ya tiene fama de ser distinto y exótico de por sí. Conducen por el lado que no es, tienen enchufes distintos (y están prohibidos en los cuartos de baño), cierran los pubs cuando nosotros los abrimos, tienen los museos o gratis o a trece libras de precio, y montones de etcéteras que uno va descubriendo.

Ahora acaban de hacer elecciones generales. Son cada cinco años, para empezar. Y en jueves, para seguir. Y consideran que el hecho de que no haya salido una mayoría absoluta es una desgracia para el país. Aquí parecen tener la idea de que ganar las elecciones es como ganar la liga, o la fórmula uno o la carrera de remo Oxford-Cambridge. No se comparte el título siete meses Hamilton y cinco Button, o se le dan medallas de campeón a ocho jugadores del Chelsea y tres del Manchester United. Así que eso de que tras los resultados haya que negociar a ver quién manda en qué, quién vota qué y quién se sienta dónde, aquí es una costumbre desacostumbrada. Continental. De allende los mares. O peor aún, escocesa. En las Tierras Altas (punto más alto, el Ben Nevis, 1200 metros sobre el nivel del mar, juas) llevan años jugando no a tres sino a cuatro bandas, y ahora se están descojonando de la risa mientras ven al auld enemy tan desesperaíco que hasta les piden ayuda.

Los tories, laboristas y liberal-demócratas no pueden compararse exactamente a los peperos, psoeros e izquierdaunidos (aunque en el parlamento europeo se dan esas mezclas), pero en varias cosas la situación se parece. El tercero en discordia, los lib-dems, tiene el 23% de los votos pero sólo 57 de 650 escaños. Y claro, llevan pidiendo reforma electoral desde que el mundo es mundo. Los dos partidos mayoritarios no quieren cambiar el sistema porque eso prácticamente garantizaría que tendrían que repartir más pastel con el niño pobre. Pero el asunto es que es ahora el niño pobre quien tiene los cromos que les faltan a los otros dos. Quien se la lleve a la cama, tendrá la mayoría. El problema es que el socio más natural de los lib-dems, los labs, son quien menos votos ha sacado de los dos (29%, 258 escaños) y los cons (36%, 306 escaños) son el típico partido de derecha muy unido pero sin amigos naturales. O sea que o ganan solos o tienen que buscarse la vida. Y a esto no están acostumbrados. La Bolas tampoco está acostumbrada. Como medida excepcional, abrieron el viernes a la una de la madrugada para empezar a gritar socorro, inestabilidad, se nos cae la libra.

Que esa es otra. En medio de la pesadilla económica, lo que más se oye es que esto hay que arreglarlo pronto, "porque el mercado lo demanda". Ché. Quietos paraos. El dinero hace girar al mundo y tal y cual, pero que se esperen un poco, que esto lo tenemos que decidir entre todos.

En fin, que en el Reform Club, Phileas Fogg tiene el bombín un poco ladeado, y puede uno reírse un rato de ellos. Por otro lado, que las cosas sean diferentes en casa del vecino no siempre significa que estén peor hechas. En Birmingham, Salma Yaqoob, una musulmana de pañuelo en la cabeza, como Alá manda, casi le quita el escaño al laborista, tras haber aumentado sus votos en un 14%. Mientras tanto, en Santiago y Cierra España, se prohíben los pañuelos en las escuelas, y encima se los llama velos. Es lo que tiene salir del pueblo y ver mundo, que a veces te avergüenza ver desde fuera algo de lo que dejas detrás.

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viernes, 7 de mayo de 2010

Sinceridad hiriente

Del blog de Juan. Adicto a la gente.

No conozco a nadie que no se considere sincero.

Pero para algunos, ser sincero no es decir la verdad, sino ser desagradable, hiriente, insultante, grosero. Y cuanto más zafio es, más sincero se considera. Disculpan su crueldad por el bien supremo de la verdad.

Pero decir la verdad no tiene nada que ver con la mala educación. La franqueza puede doler, pero nunca molestar ni herir.

Y hay que tener en cuenta que, cuando decimos lo que pensamos, podemos ser sinceros, pero estar equivocados. Confundimos la verdad con nuestra verdad. Por ello debemos ser humildes y, cuando damos una opinión, ser conscientes de que nos podemos equivocar.

Al sincero hiriente le falta humildad. Y se le puede reconocer con una palabra: soberbia.

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jueves, 6 de mayo de 2010

Los pepinos amargos de Marco Aurelio

Del blog de Juan
Adicto a la gente

Cuando se come un pepino amargo, tenemos dos opciones:

1. Quitar lo que es adorno e interpretación y ver la desnudez del hecho: es un pepino amargo, sólo un pepino amargo. Muy bien, recházalo y punto. No te lo comas.

2. Ante el sabor amargo del pepino decidimos juzgarlo. Iniciamos un discurso teñido de pasiones: ¿cómo es posible que haya llegado a mi mesa?. ¿Cómo han podido venderlo?. ¿No debería estar prohibido vender pepinos amargos?.

Una persona que juzga continuamente su experiencia en términos de valor es alguien que busca elementos del mundo que le permitan manifestar su profundo disgusto, tan torpe que no sabe evitar los pepinos amargos, tan pesada que no sabe sino hablar de los dichosos pepinos amargos.

Este pensamiento de Marco Aurelio lo he intentado vivir a lo largo de mi vida (con resultados dispares, todo hay que decirlo).

Demasiadas veces sufrimos, no por lo que nos pasa, sino por como interpretamos lo que nos pasa.

Demasiadas veces rechazamos a otros, no por lo que son ni por sus actos, sino por lo que interpretamos de su persona y actos.

Si interpretamos el mundo, lo desconocemos.

Mirar a los demás desnudos de nuestras interpretaciones, desnudos de ideas. Mirar al mundo como es, abriendo nuestros sentidos a todas las sensaciones sin pasarlas por el filtro de nuestros juicios de valor nos acercará a la realidad, a la felicidad.

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miércoles, 5 de mayo de 2010

Game over

Lenka
en Esperando a los búhos

Dos crías de trece años quedan para pelearse, una le machaca la cabeza a otra con una piedra, la tira a un pozo y se vuelve a casa, dejándola morir desangrada. Cosas que pasan. Igual pasaban antes, no lo sé. Igual ya pasaban antes de que existiera la tele, internet y la información al instante. Ahora lo vemos a todo color horas después de que ocurra. Oímos a los amigos y familiares dar sus opiniones. Podemos colarnos en las redes sociales de la matona y fisgonear su vida. Y, naturalmente, sesudos expertos nos brindan su diagnóstico, explicándonos que la chavala es gótica, o juega al rol, o alucina con Manson, ergo, obviamente, es una psicótica peligrosa obsesionada con la muerte. Cosas que no termino de entender muy bien, porque en este planeta somos varios cientos de miles los que nos divertimos roleando, los que simpatizamos con el rollo siniestro y los que brincamos con música del maligno. Y no tenemos por costumbre ir asesinando a nadie ni nos cuesta distinguir el bien del mal, o lo real de la ficción. Me cabrea esta cantinela, francamente. No recuerdo que se hayan hecho estudios serios sobre si en el perfil de hombre maltratador (por ejemplo) aparece con demasiada frecuencia la devoción por El Fary, la afición futbolera o el pantalón de pana como seña de identidad. Igual habría que mirarlo.

Por qué pasan estas cosas, se pregunta la gente escandalizada y sobrecogida. Supongo que porque es un mundo violento, feo, egoísta, desequilibrado, grosero, hedonista y brutal. Y, que yo sepa, los adolescentes no viven en Venus, sino aquí, con nosotros. En nuestro mismo globo. Nos cansa muchísimo educarles (porque es un soberano peñazo) y andamos enzarzados debatiendo quién debería encargarse de tan engorrosa tarea: padres, maestros, párrocos, la tele, los políticos, el psicólogo, la supernanny... Parece que nadie sabe o a nadie le apetece demasiado. Es curioso, porque les damos todo menos tiempo. Todo menos atención. Todo menos herramientas para salir al mundo, ideas, mensajes. Todo menos lo que importa. No pasa nada, porque siempre hay alguien a quien culpar de los fracasos. La ley del menor, la sociedad (ente intangible) o al pobre Manson. O esa misma tele que usamos como gurú.

Nadie se pregunta por qué nuestros enanos son analfabetos funcionales, tiranos insufribles, sociópatas sin la menor capacidad de empatía. Nadie se pregunta por qué manejan la pasta que manejan, por qué a los trece años nos invaden la calle hasta altas horas de la madrugada cacharro en mano con sus chillidos, sus peleas, sus vomitonas y sus destrozos de plaga bíblica. Nadie quiere saber por qué a los trece años amenazan, humillan, apalizan o violan por aburrimiento y para grabarlo con el móvil. Nadie se extraña de que con la dentadura aún incompleta posen en sus feisbuks y sus tuentis con aires de matones del Bronx ellos y de fulanas de carretera ellas. Ni de que a pocos meses de la primera regla o el primer grano los adultos sesudos llamen "relación" a los morreos que todos nos dábamos a esas edades. El juez está interrogando a Menganita, de doce años, que mantenía una relación con el acusado. Fuentes policiales apuntan a que los menores (de trece y quince años) se apuñalaron porque Zitanita mantenía con ambos una relación. La familia sospecha que Fulanito, ex pareja de la joven de quince años, podría estar involucrado en su desaparición. No os da grima y pavor todo eso?

Nuestros pequeños monstruos viven en una realidad virtual que no distinguen de la otra, de la auténtica. Son niños haciendo el papel de adultos. Son SIMS. Tienen otras pintas, nicks, amigos imaginarios, mascotas cibernéticas, misiones, pantallas, enemigos, otras casas, otras ciudades, otros mundos. Y cuando pasan un rato en este, olvidan "cerrar sesión". Tampoco es que les hayamos enseñado. Les hemos aparcado en un sitio en el que están callados y no tocan las pelotas. Les hemos disfrazado de adultos, quizá con la esperanza de que crezcan rápido y por su cuenta, porque, francamente, mientras son pequeños dan una brasa que lo flipas. Y educarlos es muy cansado.

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