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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

domingo, 11 de marzo de 2012

Teoría y práctica de lo feminazi

Rogorn
en Blogorn

En los últimos tiempos se está oyendo cada vez más la palabra "feminazi", un término un tanto brusco que, sea cual sea su origen, quien lo usa o se lo aplica a otros lo hace sobre todo por disconformidad con un tipo de política de género que está siendo llevada a un extremo no compartido por una parte apreciable de la población. Por ejemplo, no es lo mismo desear la igualdad de salarios independientemente del sexo de la persona que realice el trabajo (aspiración unánimemente compartida por toda la población) que amenazar con multar a aquel medio de comunicación que publique un anuncio en el que "se buscan traductores" en lugar de "traductores y traductoras". En este último caso, no solo hay mucha gente, tanto hombres como mujeres, que están en desacuerdo con ese continuo desdoblamiento del lenguaje en su forma masculina y femenina, sino que todavía hay más gente en desacuerdo con que se llegue al extremo de censurar, alterar o prohibir un texto que no esté escrito con arreglo a esta práctica, e incluso tomar represalias activas contra quien lo publique.

Es precisamente este segundo tipo de ordenamientos legales (que no dejan lugar a la elección personal sobre si usar esta forma de desdoblamientos y que por lo tanto impone una opción sobre otra usando incluso el peso sancionador de la ley contra quien actúe de manera diferente) lo que ha llevado a la queja de muchos y ha contribuido a extender el uso de la palabra "feminazi", a modo de protesta. Mientras que alguien que no quiera usar el desdoble de géneros no tiene ninguna base legal para obligar en ningún caso a quien quiera hacerlo a que no lo haga, los partidarios del desdoble sí que están, cada vez más, obligando a los demás a actuar como ellos quieren, a base de introducir su postura al respecto como parte de la legalidad en la que vivimos.

Por supuesto, hay que decir que la excusa perfecta es que todo esto está hecho democráticamente. Hoy en día, cualquier ley o regulación que se aprueba en España está hecha por alguien que está habilitado para aprobarla según unos cauces que incluyen, en mayor o menor medida la participación democrática de todos los ciudadanos, aunque en muchos casos ésta se reduzca solamente a votar a un partido con cuyo programa, propuestas y decisiones finales se ha de estar de acuerdo en bloque o no. Una vez elegidos los representantes del pueblo, las decisiones que éstos tomen sobre si obligar a los ciudadanos a usar el desdoble de géneros no son diferentes de otras muchas que se toman continuamente, por ejemplo sobre la velocidad máxima en las carreteras, los supuestos en que se puede abortar, la prohibición o no de las corridas de toros, el coste de una matrícula universitaria, y millares más, muchas de las cuales, por definición, dejarán contentos a unos y descontentos a otros. En todos estos casos, quien no esté conforme con lo que han decidido los legisladores elegidos por el pueblo no tiene más (ni menos) que hacer que utilizar los mismos mecanismos democráticos que se usaron para aprobar cualquier medida con la que se esté en desacuerdo: haz un partido, hazte de un partido, presiona a los dirigentes políticos necesarios o simplemente protesta y convence a otros para obrar igual hasta conseguir una corriente de opinión que pueda lograr el cambio que deseas.

Sin embargo, este es un escudo un tanto endeble. Decir que se usa la democracia para obligar a alguien a hacer algo que no quiere puede ser un contrasentido fatal. Si hablamos de ser democráticos, ¿no sería más democrático y más garante de las libertades y derechos de los ciudadanos que cada uno pudiera elegir si desdobla el género de sus frases o no? Los feminazis piensan que no. Que su opinión debe ser legalmente compartida por todos los demás. Y ese es uno de los principales rasgos de los feminazis.

Quede claro que digo "los feminazis" usando el masculino genérico recomendado por la RAE (que a su vez sigue el uso de la lengua que hacen y han hecho los hispanohablantes de todo el mundo), y por tanto incluyo en el término tanto a hombres como a mujeres. Porque, a pesar de que a menudo se usa en femenino solamente, hay feminazis hombres, de la misma forma que hay muchísimas mujeres que rechazan el extremismo del desdoblamiento continuo del género al hablar o escribir, y rechazan mucho más que se convierta en obligatorio y obligado. De hecho, uno de los signos más extremos del "feminazismo", o mejor dicho, una de las manifestaciones más extremas a las que puede llegar es la de pretender hablar por todas las mujeres del planeta. "Representar a ese 52%", como empieza a oírse por ahí. Sería muy interesante preguntar a este tipo de personas qué piensan de las mujeres que no están de acuerdo con su postura sobre el desdoble del género en el lenguaje, así como con otras opiniones extremas sobre la "visibilidad" y derechos la mujer en la sociedad. ¿Las consideran descarriadas, engañadas, traidoras, "cerebrolavadas"? ¿Pobrecitas que no dan más de sí? ¿Muestras de que el machismo imperante les ha robado su propia capacidad de pensar correctamente (donde "correctamente" es pensar como ellas, claro)? ¿O por el contrario se les permite, más o menos graciosamente, poder pensar distinto, siempre y cuando se fastidien y sigan sus reglas extremistas sin protestar?

Otro rasgo importante de lo feminazi es el de calificar a quien piensa diferente con palabras como machista, opresor, fascista, misógino y otras similares. Es decir, se arrogan el derecho de calificar de esta forma a otras personas, la inmensa mayoría de las cuales ni son machistas ni opresoras ni fascistas ni misóginas y luego se extrañan de que tras ser insultados de esta forma, quienes sufren estos calificativos decidan reaccionar ridiculizando sus actos con palabras como "feminazi". Si alguien que está descontento con los banqueros corruptos los llama "ladrones" o "chorizos", o se inventa apodos para sus políticos más odiados, a menudo en manifestaciones públicas y sin censurar, no veo por qué no se puede replicar a alguien que te llama "fascista" sin razón con el palabro "feminazi". Solo faltaba que encima buscaran impunidad y sumisión sin rechistar.

Porque además, no sé si los feminazis se dan cuenta de a cuánta gente están insultando. Cada vez que el padre de uno de ellos dice "esta noche saldremos con unos amigos" (sin añadir "y amigas"), cada vez que una hermana suya diga "la semana próxima visitaremos a nuestros primos" (sin añadir "y primas"), y cada vez que uno de esos primos diga "ayer tuvimos reunión de propietarios de la comunidad" (sin añadir "y propietarias"), deben saber que los feminazis en cuestión, sus propios hijos, hermanos y primos, les están llamando fascistas, machistas, misóginos y opresores, a ustedes, los propios miembros de su familia.

Es este hartazgo el que está llevando a mucha gente a rebelarse y a desahogarse de alguna manera con el término "feminazi", dirigido, quede claro, de manera expresa solo contra quienes apoyen manifestaciones extremas e intolerantes como la de la obligatoriedad del desdoble de género en el lenguaje. No está dirigido contra todas las mujeres, ni contra todos los feministas. Mucho ojo, porque otro rasgo del feminazismo es el de igualar protestas contra ellos a insultos contra todas las mujeres o todo lo feminista. "Fulanito ha insultado a las mujeres al llamarlas feminazis", se oye por ahí. Pues no. Igualar femenino y feminista con feminazi es como igualar social y socialista con nacionalsocialista hitleriano. Cada vez que alguien os lo llame, queridos feminazis, se os llama a cada uno de vosotros personalmente y por una razón concreta. No os escudéis en una imaginaria muchedumbre que no os apoya. Hay una muchedumbre que sí os apoya, pero hay otra que no, y no os corresponde a vosotros decir quién forma parte de ella.

Puede que a algunos este asunto les parezca de poca monta, pero desde el momento en que te pueden poner una multa o rechazarte una tesis o no aprobarte un proyecto o incluso denunciarte en el trabajo (o no aceptarte en él) por no usar este tipo de lenguaje impuesto, el tema ya deja de ser una discusión bizantina, para pasar a afectar a la economía y al futuro laboral de quien le pille. Aparte, hay razonamientos feminazis que están empezando ya a salirse de madre, y pueden acabar siendo peores. Una de las que decía hablar por el 52% también dijo que usar el desdoblamiento del género al hablar "haría posible erradicar una lacra que en este país se viene cobrando desde 2003 entre 60 y 70 mujeres por año". ¿Pero qué me estás contando? ¿Que quien no desdoble es un maltratador en potencia o una maltratada sumisa? ¿Que un tío que desdobla nunca será capaz de pegarle a una tía, o a un hijo suyo? ¿Que si el novio nuevo de una amiga (o amigo) tuyo dice "Buenas a todos" al llegar al bar es mejor que vaya cortando con él porque un día le pegará cuatro tiros o cuatro cuchilladas? O sea, que por tu forma de hablar se te llama ya no solo fascista, misógino, violento y demás, sino encima asesino. ¿Cómo no va a rebelarse la gente, usando su libertad de expresión (mientras la haya)?

Todo esto empezó de un propósito loable, como es el de luchar contra las desigualdades de la mujer en la sociedad, que existen, y todos debemos luchar por hacerlas desaparecer. Pero estar de acuerdo con eso no significa que haya que tragar con cosas que no son verdad ni que son rechazadas por muchos, incluyendo gran número de representantes de la parte, digamos, perjudicada, en este caso las mujeres. Ni mucho menos debe uno tragar con que lo califiquen de algo que no es. Una respuesta en forma de etiqueta usada de forma burlona, o cabreada, o sibilina, o como quiera cada uno, es lo menos que puede ocurrir a quien se arroga semejantes aires.

Una muestra de esto, y una reflexión bastante mejor escrita, puede verse en el texto 'Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer', escrito por Ignacio Bosque, de la RAE. No solo es un texto escrito con gran elegancia, claridad y multitud de razonamientos y ejemplos que demuestran que el idioma español no es sexista cuando no desdobla el género, sino que además ha generado multitud de comentarios favorables por parte de muchas mujeres.

También ha generado ejemplos de otro rasgo más del feminazismo, que es el de despreciar las opiniones de otros grupos, como en este caso la RAE, porque esté formada por hombres en su mayoría. Claro. Y muchas asociaciones de ideología feminazi están formadas por más mujeres que hombres. Sin embargo ahí no ven ningún problema.

En suma: el idioma español no es machista ni opresor ni invisibiliza a las mujeres por usar el masculino como genérico. Contra quien use como axioma de sus razonamientos el que sí lo es, cabe simplemente negarle la mayor y decir que no lo es. Como se desprende del texto de Bosque, hay cosas mucho más importantes en las que fijarse y contra las que actuar para mejorar la situación de la mujer que un inexistente machismo del lenguaje.

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