Bienvenidos

Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El hombre que nació tres veces

Celadus
en Memorial de Isla Negra

En Japón se les conoce como hibakusha, que significa “persona bombardeada”. Son los supervivientes a las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. 140.000 personas murieron de manera inmediata en la primera ciudad y 70.000 en la segunda pero otros muchos consiguieron sobrevivir con diferente fortuna y grado de afectación. Por si fuese poco lo que ya habían pasado, los hibakusha sufrieron demás al principio una fuerte discriminación. Nadie sabía que era exactamente una bomba atómica, nadie entendía por que desarrollaban esas enfermedades tan extrañas y muchos temían ser contagiados por la radiactividad. Más adelante, el gobierno japonés realizó un censo y les garantizó determinadas coberturas sociales, como la asistencia médica y el costo del funeral, prestaciones que siguen vigentes hoy día.

Existe un tipo especial de hibakusha: aquellos que sufrieron ambas explosiones y lograron sobrevivir. Por increíble que parezca, muchas personas tuvieron la mala suerte de que les cayesen encima las dos únicas bombas atómicas que se han usado en una guerra hasta día de hoy. Tras el ataque contra Hiroshima, muchos supervivientes decidieron refugiarse en la ciudad de Nagasaki siguiendo un razonamiento lógico. Nagasaki era el centro urbano con mayor población cristiana de todo Japón (incluso tenía su catedral) y muchos creían que por ese motivo los norteamericanos nunca se atreverían a lanzar allí otra bomba atómica. Pero se equivocaron. Nagasaki fue el segundo objetivo elegido para lanzar contra ella a “Fat boy”, el segundo y último artefacto nuclear. Los estadounidenses tenían motivos más prosaicos para elegir sus objetivos que las creencias religiosas de la población. Ambas ciudades habían escapado a los bombardeos convencionales y por tanto eran el lugar perfecto para estudiar los efectos de la explosión atómica sin interferencias. La mayoría de los hibakusha de Hiroshima murieron en Nagasaki pero algunos lograron sobrevivir también a esa segunda explosión y se convirtieron en Nijū Hibakusha (“Doble hibakusha”), un hecho absolutamente extraordinario.

Se calcula que hubo al menos 150 casos, aunque muchos de los expedientes que lo corroboraban se “perdieron” al parecer en la década de los 50. Este hecho se explica porque jurídicamente no había diferencias y los Nijū Hibakusha no recibirían doble pensión sino una única, igual que cualquier otro superviviente afectado. De todos ellos, quizá el más conocido es Tsutomu Yamaguchi, reconocido de nuevo oficialmente como doble hibakusha por el gobierno japonés este mismo año y con 93 años cumplidos.

La historia de Yamaguchi es, cuanto menos, sorprendente. Durante la guerra trabajaba como ingeniero para la división militar de Mitsubishi y debido a su empleo debía viajar por varias ciudades del país. El 6 de agosto de 1945 se encontraba en Hiroshima. Hacia las 8 de la mañana caminaba hacia la sede de la empresa en esa localidad cuando, al mirar al cielo, divisó un avión plateado que enseguida identificó como un bombardero B-29 estadounidense –no en vano su paso por el cielo nipón era muy frecuente porque los bombardeos estaban a la orden del día. Yamaguchi cuenta que lo siguiente que vio fue un par de pequeños paracaídas que caían desde el avión e inmediatamente un fogonazo de luz que le hizo perder el conocimiento y caer al suelo. Cuando despertó, unos 15 minutos más tarde, el espectáculo que descubrió a su alrededor era dantesco. La ciudad había sido completamente arrasada y todas las personas que le rodeaban estaban muertas. Milagrosamente, solo él había sobrevivido.

Más tarde encontró gente que corría hacia las montañas y se unió a ellos. Tras pasar la noche dentro de un vagón partió hacia Nagasaki, su ciudad natal. Allí nadie le creyó cuanto contó lo que había visto en Hiroshima. Nadie podía imaginar siquiera tal atrocidad. Pero tres días después, para horror de Yamaguchi, la escena volvía a repetirse en su ciudad. Volvió a ver el avión y los paracaídas, pero esta vez ya sabía lo que vendría después y se lanzó al suelo de inmediato. Los viandantes le miraron extrañados sin saber a que se debía aquel extraño comportamiento pero nadie le imitó. Ese gesto de echarse a tierra probablemente fue lo que le salvó la vida, aunque nunca se ha sabido exactamente como pudo sobrevivir. Yamaguchi cuenta que en aquellos momentos pensó que las bombas le perseguían.

Durante décadas, este japonés de mirada triste ha vivido con sus recuerdos y con la convicción de que seguía con vida por un motivo: poder contar al mundo el horror de un ataque nuclear. Por eso cuando el pasado año se rodó una película sobre el tema donde el interviene, pidió viajar a los EEUU para el estreno en aquél país. Hasta entonces ni siquiera tenía pasaporte. Yamaguchi asistió al estreno en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas, donde pidió que nunca haya un tercer ataque nuclear. El doble hibakusha afirma haberse quitado un gran peso de encima al poder expresarse en los EEUU y considera que ya puede morir en paz. Por tercera y última vez.

Comentarios aqui

jueves, 12 de noviembre de 2009

Las amistades peligrosas

Lenka
en Esperando a los búhos

Son muchos los que afirman que un hombre y una mujer no pueden ser amigos. Se entiende que de tal maldición quedan automáticamente exentos los individuos con tendencias sexuales, digamos, incompatibles. Lo digo porque parece que siempre haya existido la amistad mujer hetero - hombre gay, por ejemplo. Es como si la eliminación de la tensión sexual salvaguardara esa relación limitándola al cariño platónico. Curiosamente no se conoce tanto el tándem hombre hetero - mujer lesbiana. Pero sí el de gay - lesbiana. Hombre gay con hetero... bueno, sigue teniendo sus fricciones. Sus tapujos. Hetera - lesbiana no lo tengo muy estudiado. Conozco casos. Bastantes. Pero como no es plan de hacerse una tesis, me centraré en lo que mejor controlo, por propia experiencia. Los heteros de ambos sexos. Y así, ya de entrada, osaré decir que, ciertamente, la amistad entre ellos es compleja. Y la culpa culpita, chicos, es vuestra. Así, en general.

Antes de nada declaro que tengo amigos varones. Unos cuantos. No tantos como amigas, cierto, pero los tengo. Pocos y buenos. Maravillosos. Hombres que no sienten el menor deseo sexual hacia mí, ni yo hacia ellos. Digo esto porque, en general, los mayores incrédulos de la amistad tío - tía que me he ido encontrando son machos. Y casi todos ellos afirman que si esa amistad es un mito imposible e impensable es por causa del deseo. Ellos mismos proclaman que un tío jamás busca amistad en una mujer, sino única y exclusivamente sexo. Con esta premisa, pueden pasar varias cosas:

1) Que obtengan sexo, con lo cual ya no hablaríamos exactamente de amistad, sino que habría matices (amigos con derecho a roce, amantes, novios, polvo ocasional y nunca más... lo que se tercie)
2) Que no obtengan sexo, con lo cual se abren otras dos opciones, a saber:
2.1) Se largan con viento fresco (confirmando la teoría por ellos expuesta)
2.2) Se quedan esperando mejor ocasión, convirtiéndose, también según ellos mismos, en pagafantas.

Es curiosa la idea que tienen algunos chicos de las mujeres y de la forma femenina de gestionar los afectos. Parecen creer que las mujeres no quieren amigos, sino esclavos. Un chaval sumiso, siempre disponible para el consuelo, la percha, el consejo, cargar bultos en una mudanza, espantar moscones o cualquiera de esas cosas que tanto nos gusta que hagan por nosotras. No sé las demás, yo no permito que un tío que siente algo por mí en lo que no le correspondo se me quede cerca revoloteando. Me parece doloroso e innecesario. Y cruel. Que persiste en quedarse por ahí? Bueno, que se apañe. Que pelee él con lo que siente, ya que se le supone mayorcito. Pero inevitablemente iré restringiendo el contacto. No le pediré favores ni consejos. Nada que, a mi entender, pueda darle esperanzas que no existen.

Muchos chicos encuentran al pagafantas un perro faldero sin arrestos, dejándose mangonear por una pérfida caprichosa sin entrañas. Habrá casos. Por haber... Aconsejo a los pagafantas que se liberen de sus cadenas, si las hubiera. Y aconsejo a quienes critican el fenómeno que se lo hagan mirar. Porque no deja de ser curioso que les resulte de un egoísmo interesado intolerable el hecho de que una chica mantenga a su lado a un hombre... sin darle sexo a cambio. Sin-darle-sexo. Se capta? Hablando en términos de egoísmo, qué diferencia a la que quiere, pongamos, un enchufe por la cara del que quiere un polvo por la cara? Qué jeta, colega, tenerle montando muebles cuando sabe que no follarán. Qué rostro, campeón, que tú te ofrezcas a montar muebles sólo cuando atisbas un polvo. Que lo consideres una recompensa, y hasta un derecho.

La mayoría de los tíos que conozco (salvo benditas excepciones) no tienen amigas. Nop. Tienen esposa, ex-esposa, novia, ex-novia, amante, ex-amante, novias/amantes/esposas de sus amigos o conocidos varones. Tienen, básicamente, tías con las que ya han follado, follan o querrían follar. Y tías con las que no se folla, sí, pero solamente porque está feo follar con "la mujer de otro". Ese es el quid del asunto para tantos y tantos. Amigas, sin pretensiones sexuales? No. Muy pocos. Ni las tienen ni quieren tenerlas, por lo visto. No pretendo decir con esto que ningún hombre sea capaz de entender y disfrutar de la amistad pura y dura con una mujer. Ni tampoco que todas las mujeres sí sean capaces de tal milagro. De todo hay, como en botica. No pretendo sentar cátedra, sólo hablar de lo que conozco por mí misma. He oído a muchas mujeres (yo misma entre ellas) decir aquello de: "podemos ser amigos". Y son sinceras. Lo desean de verdad. Normalmente no pueden hacerlo (no podemos). Porque ellos, aunque asienten, huyen. Desaparecen. Ocurre exactamente igual a la inversa. Cuando son ellos los que te rechazan o los que te dejan (cuando el sexo sale de la ecuación), te sueltan la misma pamplina sin creérsela: "quiero que sigamos siendo amigos". Y todas sabemos que, el día que un tío te espeta tal cosa, será mejor que le hagas una foto si pretendes acordarte de su cara. Porque, muy probablemente, jamás le volverás a ver.

(Dedicado a mis amigos varones, que tan bien saben serlo y tan afortunada me hacen sentir. Y, en general, a todos los hombres y mujeres que consiguen cargarse el mito)

Comentarios aqui

viernes, 6 de noviembre de 2009

Atrapar el tiempo

Siana
en Racó de Sianeta

Tendría unos seis años. Se pasó dos horas subiendo y bajando del caballito. Lo miraba, hablaba con él. De repente, se iba corriendo a todo correr, se movía como si fuera un soldadito pensando Dios sabe qué cosas, y hablaba solo. Y luego volvía y se subía de un salto al caballito. Parecía que iba al galope. Yo creo que era muy feliz, allí solito, jugando a no sé qué (no puedo imaginarlo) con aquella escultura del caballito de bronce.

Yo pasé esas dos horas observándole y pensando cuándo olvidamos los adultos a hacer esas cosas. Me refiero a montarnos un mundo con las pequeñas cosas. A poder verlas, sencillamente. Yo creo que el secreto del tiempo lo tienen los niños. Ellos poseen el tiempo, no al revés. Y no sólo porque les queda todo el camino por recorrer, y porque están más cerca del suelo. ¿Por qué si no recordamos la infancia como si durara una eternidad? Porque las metas son a corto plazo y se desgranan los segundos. Dentro de una hora, dentro de media…uy! Y lo que falta para que llegue la noche! Los veranos no se acababan nunca. De mayores nos saltamos la semana de viernes en viernes, craso error. Las metas son a largo plazo “cuando acabe la carrera””cuando cambie de trabajo” “cuando llegue el verano” “cuando sean la hora de salir del trabajo” y lo que hay en medio pasa muy deprisa. Demasiado. Cuando consigues esa meta, buscas otra, y así. Hasta que hay más vista para atrás que para delante.

Yo creo necesario que todos sigamos siendo un poco niños, siempre. Y que la capacidad de ilusionarse permanezca intacta hasta donde se pueda. Y si ya no surge de forma natural, hay que procurar recordarlo: la infancia está en el fondo de nuestras capas de cebolla de existencia. Así que desaparecer, no desaparece.

Comentarios aqui

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Somos lo que somos...

Rogorn
en Blogorn

Adam Smith, el fundador de la economía clásica, decía: “Nadie ha visto nunca a un perro hacer un intercambio justo y deliberado de un hueso por otro con otro perro. Nadie ha visto nunca a un animal comportándose con sus gestos de una forma que signifique: “Esto es mío, eso es tuyo, y estoy dispuesto a darte esto a cambio de eso.” ”

Smith, pues, estaba seguro de que sólo el ser humano tenía la peculiaridad del intercambio monetario. ¿Estaba en lo cierto? Un profesor de económicas de Yale, Keith Chen, probó a ver qué pasaría su pudiera enseñar a un grupo de monos a usar dinero. La especie elegida fue los monos capuchinos, que según Chen tienen un pequeño cerebro enfocado sobre todo a comer y reproducirse. Metió a siete de ellos en una jaula abierta con un espacio de pruebas en un extremo y empezó sus experimentos con pequeños discos plateados de apenas dos o tres centímetros con un agujerito en el medio.

Lo primero era enseñar a los monos que aquellos objetos tenían valor. Normalmente, un mono capuchino, si algo no se lo puede comer o follar, lo olisquea un poco y pasa de ello olímpicamente. Así que Chen y sus colegas les daban una moneda y les enseñaban una golosina, como por ejemplo cubitos de gelatina, uvas o trozos de manzana. A aquellos que devolvían la moneda, por juego, por curiosidad, por azar o por lo que fuera, les daban la golosina. Los monos, poco a poco, fueron estableciendo la conexión entre ambas cosas, dar una moneda y recibir comida a cambio, con lo cual aprendieron, por así decir, a comprar.

Entonces, Chen introdujo una complicación: crisis económicas. Por ejemplo, si los monos estaban acostumbrados a recibir tres cubitos o uvas por cada moneda, ¿qué pasaría si de pronto empezaran a darles sólo dos, y luego tres otra vez, y luego dos de nuevo, etc? Para gran sorpresa de Chen, los monos respondieron racionalmente. Cuando por cada moneda recibían menos comida, compraban menos, y cuando empezaban a darles más comida compraban más. Aprendieron, por así decir, la ley de la oferta y la demanda.

Un día, uno de los monos, Felix, se metió en la zona de pruebas, agarró las monedas que los investigadores habían dejado allí, las arrojó hacia la jaula y salió corriendo de nuevo. Aprendió, por así decir, a asaltar un banco, y a robar a los ricos para dárselo a los pobres.

Siguió un gran caos en la jaula, con doce monedas perseguidas por los siete monos. Los investigadores fueron a recoger las monedas, pero los monos no se las querían dar. Habían aprendido, por así decir, que la pela es la pela.

Entonces, los humanos los sobornaron ofreciéndoles golosinas para recuperar las monedas, con lo cual los monos aprendieron, por así decir, que el crimen compensa.

Uno de los monos no devolvió la moneda ni compró nada con ella. En vez de eso se la entregó a un mono hembra, o sea, una mona. Los humanos ahora habían aprendido, por así decir, que los monos podían ser generosos y altruistas.

Pues de eso nada, monada (je). Tan pronto como la mona recibió la moneda, dejó que el mono se le subiera encima y copulara con ella. Ocho segundos después (al fin y al cabo, son monos), la mona fue hacia Chen con su moneda para comprar unas uvas. Ambos grupos de primates habían asistido, por así decir, al primer ejemplo de prostitución mono-taria registrado en la historia de la ciencia.

(Del libro 'Freakonomics', de Steven D Levitt y Stephen J Dubner)

Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. O de aquellos polvos, estos lodos.

Comentarios aquí

lunes, 2 de noviembre de 2009

Libertad individual y colectiva

Por Juan.
Adicto a la gente

Hace unos días, en un foro en el que participo, una amiga me hablaba sobre mi “totalitarismo moral”.

Al principio me chocó, pero posteriormente me explicaba que:

“Tu tema recurrente es el totalitarismo moral es una sensación que tengo contigo en todos los hilos. Estás en contra de todo lo que te suene a eso. Curiosamente yo también, pero no lo entendemos igual. Quicir, yo creo que muchos conceptos son universales, buenos y justos, y que por tanto deben ser extensibles a todo el mundo, quieran o no. Sospecho que tú no obligarías a quitar el velo a las musulmanas, por ejemplo, si ellas quieren llevarlo. Bueno, yo creo que cada cual debe llevar lo que quiera en la cabeza, sí, pero por encima de eso, creo que lo que implica está bastante fuera del concepto de estado de derecho. Total, lo prohibiría. ¿Me sigues? Probablemente con eso tú y yo podríamos enzarzarnos días: a tí no te gusta el velo, a mí tampoco. Estaríamos de acuerdo en eso. Pero tú lo permitirías y yo no. Porque a mí, en resumen, imponer ciertas cosas no me parece atropellar libertades. “


Y tiene razón, aunque no lo llamaría totalitarismo moral, sino más bien liberalidad moral o incluso anarquismo moral.

Y es que yo distingo dos tipos de libertad: la individual y la colectiva.

La libertad individual, tal y como la concibo, es única e intransferible. Es algo estrictamente personal y privado, que no se debe imponer.

En la libertad individual cabe prácticamente de todo y el único límite que reconozco es el respeto a los demás. Pienso que todos podemos vestir, pensar y tener la escala de valores que deseemos. La moral o los idearios políticos o religiosos que queramos tener. Los gustos que sean. Todo cabe con la única condición que no la intentemos imponer a nadie. Por poner ejemplo extremos:

1. No veo ningún mal en la paidofilia salvo que se intente ejercer.
2. Tener el ideario del Opus Dei no me parece mal siempre que no intentes imponer a los demás tus convicciones.
3. Ser nazi, comunista, machista, feminazi o racista, también está dentro de la libertad individual, siempre que no perjudique a nadie y que se trate con respeto al judío, negro, facha, mujer u hombre, aún pensando que son inferiores o peores.
4. Y no quitaría el velo a una musulmana que lo quiera llevar, pero sí la ayudaría a quitárselo si está siendo obligada por otros, incluso mediante la Justicia (si viviera en España, claro).

No cabe en la libertad individual insultar, vejar, humillar, ofender, ultrajar o perseguir públicamente al que no piensa, siente, viste o tiene gustos diferentes.

Piensa lo que quieras pero no molestes, por favor.

Pienso que en esto fallan demasiadas personas. En virtud de una mala interpretación de la libertad de expresión, incluso amparándose en la sinceridad, se creen con el derecho de avasallar al de enfrente porque es diferente. Me desagrada el que, públicamente, tacha de mal gusto al que le gusta o disgusta una determinada película, libro o pintura. Me fastidia cuando se insulta de forma generalizada a todos los que tienen una determinada ideología o credo. ¿Tan difícil es criticar desde la lógica, la razón o incluso desde la emoción esa ideología en vez de insultar a todo el que piense así?.

Una cosa es criticar los actos de alguien y otra, muy diferente, es denigrarlo. Las acciones aisladas no definen a las personas. Al señor que roba una vez no se le debería definir para siempre como un ladrón, o al que una vez pegó a una mujer un maltratador, ni definir para siempre como asesino al que asesinó en una ocasión. Un error cometido no hace a una persona en su conjunto ni se la puede tildar de por vida. El error cometido lo tiene que pagar, por supuesto, pero es muy cómodo, para poderlo denigrar de por vida, seguir definiéndole por una acción.

Todos tenemos algo o mucho de maniqueos. No sólo no es malo sino deseable. Al fin y al cabo no es más que tener una escala de valores. El problema surge cuando nos ponemos el traje de salvador del mundo e intentamos imponer nuestro concepto del bien sobre los malos. Algunos casi lo consideran un deber y la mayoría de la violencia que ha habido a lo largo de la Historia se ha producido cuando el concepto del bien de unos se ha intentado imponer a los malos, o sea, a los otros, o sea, a los diferentes. El maniqueísmo activo es, ni más ni menos, intolerancia.

Libertad colectiva

No sé por donde he leído, y tampoco sé si es cierto, que en la Antigua Persia, cuando moría el rey, se tenían cinco días de libertad absoluta. Cada uno podía hacer lo que le diera la gana y, las acciones realizadas durante estos cinco días, no recibirían ningún castigo posterior. Pues en este tiempo se daban multitud de asesinatos, robos, saqueos y violaciones. Los más fuertes se hacían dueños del país. Cuando terminaban estos días, se coronaba al nuevo rey y el pueblo respiraba tranquilo y gozoso porque volvía la ley.

Las leyes, por mucho que protejan a los poderosos, los protegen menos que la falta total de leyes. Por este motivo aquí ya no soy tan liberal ni ácrata.
La libertad colectiva radica en unas normas que todos debemos cumplir aunque no estemos de acuerdo con ellas. Precisa una negociación social para que todos, o la inmensa mayoría, estén a gusto dentro de la colectividad.

Estas normas tienen que respetar escrupulosamente el concepto de libertad individual que he expuesto.

Pero no suelen estar a gusto 100% de todos. A unos les sobrarán unas leyes, a otros les parecerán injustas otras. Y precisamente lo que me gusta de la democracia es la capacidad (no demasiado grande, es cierto) de poder cambiar las leyes de acuerdo con las circunstancias que se van viviendo. Manifestarse o votar para cambiar algo me parecen correctos. El incumplimiento de las leyes no, por muy justo que sea, y estaré de acuerdo con el castigo que le corresponda al que las incumpla.

Comentarios aquí