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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

sábado, 24 de octubre de 2009

Monstruos S.A.

Eli
en Acordes y desacuerdos

Siempre he creído en los monstruos.

Casi todos los niños cuentan en alguna etapa de su vida con un amigo o compañero de juegos al que se le da de fábula estremecer de horror a sus oyentes con un repertorio delicioso de historias macabras o de terror. Yo tuve la suerte de que mi amiga Suli fuera una narradora de primera.

La escolarización de entonces nos obligaba a pasar una hora de recreo tras el comedor antes de reanudar las clases de primaria de la tarde, y era en esa hora de semiestupor postpandrial cuando la mente infantil estaba mucho más receptiva al terror comunitario.

Muchas de mis noches insomnes de la primera década de mi vida han estado pobladas por las visiones fantasmagóricas de ¡TACHÁN!: La Mano Negra, La Garra Deforme o Los Zombies Caníbales Desdentados.

Además de los monstruos de coseha propia o los inolvidables icónicos que me quitaron más de una noche de sueño como el Drácula (maravilloso) de Cristopher Lee, el Tiburón de Spielberg o la desasosegadora Cabina de Antonio Mercero teníamos nuestro villano preferido nacional: El Lute, que no tenía punto de comparación con Charles Manson o el Hijo de Sam, pero que fue más impresionante para una niña de 7 años que tuvo la experiencia de verlo en persona durante una persecución a cargo de la Guardia Civil por la Sierra de Aracena.

Pero los terrores prepúberes también crecen y evolucionan.

Todo era mucho más fácil cuando los monstruos tenían una cara identificativa, cuando bastaba con encender una pequeña luz para ahuyentarlos hasta el fondo de la memoria, ganada la batalla al menos hasta la siguiente noche de inquietud.

En estas noches eternas, cuando mi mente acelerada y repleta de ideas que pugnan por abrirse paso hasta la superficie me mantiene en vela, recuerdo con añoranza aquellos días de pesadillas infantiles en los que bastaba permanecer quieta totalmente cubierta por las sábanas para que la posibilidad de salir herida se esfumara.

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