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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

sábado, 27 de marzo de 2010

Darte tu merecido

Lenka
en Esperando a los búhos

Pocas cosas me producen mayor vergüenza ajena que ver a uno de tantos tarados acudir a cualquiera de los shows buscatalentos tan de moda últimamente y hacer el ridículo. Esa clase de peña de la que te preguntas: "pero, no tiene familia o amigos? Nadie que le diga que no vale pa esto?" Es ya un clásico en la tele, esa interminable parada de los monstruos. Se dan varios formatos, del caza estrellas al corrillo maledicente, pero es lo mismo. Unos se dan más pisto que otros. Puedes renunir una banda de aspirantes a ídolos o invitar a plató al patético de turno (cantante, actor, pitonisa, poeta, lo mismo da), y partirte el eje a su costa. No sé por qué, pero eso mola. Lo insólito del asunto es que haya tantas personas (con talento e incluso sin él) que insistan en merecer una oportunidad.

Merecer. Un verbo curioso. En realidad todos creemos merecer algo. Si no todo cuanto deseamos al menos una parte significativa. Lo merecemos, por supuesto. Y se nos tiene que conceder. No hace mucho lo comentaba con una amiga. Nos empeñamos en que merecemos las cosas y nos hundimos cuando no salen bien. Pero qué es lo que nos hace creer que merecemos? Qué tenemos de especial como para merecer cosas? El hecho de poseer una cualidad, un don incluso, ya nos cuelga la etiqueta de "merecedor"? Por qué? En base a qué? Como escribo bien (o eso creo yo) merezco ser una novelista de éxito? Bien, puede que lo merezca así en crudo. Pero por qué yo? No hay otros mejores? No puede ser que no sea en realidad tan buena, o que lo sea pero no guste? Obviamente puedo luchar para conseguir tal meta, pero nada me garantiza alcanzarla. Nada. Puede que verdaderamente tenga talento, pero quizá no tenga suerte. O no encuentre el modo. En fin. Es como para enfadarse con el mundo y con la vida, empecinada en que se me debe algo? No es más sencillo asumirlo, cambiar de esquema (en lugar de permitir que al caerse él se me caiga el mundo entero) y vivir?

Hay variables que controlamos y otras que no, llámense azar, destino, dios, oportunidad o lo que guste. Pasar por alto ese detalle me parece una temeridad. O pura candidez. Por qué a mí, decimos con mucha frecuencia. Anda. Y por qué debiera pasarle a otro? Quién lo merece más o menos que tú? Quién decide tal extremo? No es justo, decimos. Nadie dijo que lo fuera. Merezco esto, no merezco lo otro. Quién merece qué? Qué le debe la vida a cada cuál? Es que no funciona así. Es que la vida no entiende. La vida, ya lo dijo la gran filósofa Marisol, es una tómbola. Básicamente no distingue, y le importa todo un pijo. La vida reparte papeletas y lo mismo te toca el gordo que un cáncer. Qué merecías más y por qué razón? Claro, todos diríamos que merecemos el premio, pero nunca el dolor. Pero es que las reglas no son esas. No hay reglas. Nunca las hubo.

Nos han malcriado mucho y nos han incapacitado para enfrentar la decepción. Nos han vendido que la vida es una madre amorosa incapaz de hacernos pupa, un cuento de Hollywood, todo saldrá de perlas porque yo lo valgo. Nos lo hemos creído. Y aquí estamos, como pollos sin cabeza, tullidos en las barbas de la Gran Putada Cósmica. No hay derecho. Yo lo merecía. Que alguien me compense por esto. Por qué aquella sí y yo no? Yo lo quería! Ahora me enfado, me deprimo y no respiro. Yo no puedo, que alguien tire por mí, que alguien me etiquete, me medique y me dé la fórmula. No hay fórmulas tampoco. Toca vivir y pagar la cuenta. Es así, para bien y para mal. Encájalo con arte.

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