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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

jueves, 12 de febrero de 2009

La Helvin y la Moller

Rogorn
en Blogorn

A ver, para empezar, prueba de agudeza visual: ¿cuántos años tiene la tipa de la foto? Piénsenselo un momentejo y luego sigan leyendo (si gustan). Mientras tanto voy contando que se llama Marie Helvin y que la semana pasada, la cadena inglesa de tiendas Marks & Spencer lanzó una nueva línea de ropa usándola como modelo, a pesar de la jurásica edad que en el ramo se supone que tiene: cincuenta y seis tacos de calendario. Y que conste que M&S no será Armani, pero es una marca seria, no de catálogos por correo, así que no la han contratado para anunciar fregonas o sonotones. Como puede verse por las fotos, es una campaña de moda con todas las de la ley.

En todas partes donde se comenta la noticia se está recibiendo como una especie de nueva barrera rota. Y por supuesto que lo es, pero lo que falta discutir es qué tipo de barrera se está rompiendo: la de que si una mujer cuyo trabajo se basa en la belleza física se cuida bien puede durar en el negocio de la moda durante más tiempo del que se pensaba, o la de que es imposible hacerlo si una no se somete a un tipo de patrones dictados por una industria con unos caprichos muy concretos. Porque viendo el aspecto de la Helvin, se pueden tener varias reacciones: ‘está estupenda’ (añadiendo ‘para su edad’ a menudo, supongo), o ‘lo que se habrá tenido que hacer para estar así’ (si alguien tiene curiosidad, la última foto de esta serie es de ella hace 20 años, que en vez de ser del Jurásico es sólo del Neolítico, ya que tenía 36 tacos). O también, ‘por Dios, si parece de cera’.

El caso me recordó inmediatamente al de la actriz Renée Russo, anteriormente modelo, que cuando rodó ‘El secreto de Thomas Crown’ con Pierce Brosnan en 1999, iba por ahí presumiendo de tener 45 años y estar guapa de sex symbol. Bueno, pensé yo, para empezar, en las escenas de sexo os doblaban a los dos (aunque el vestido negro del baile no le dejaba de quedar mal), y para seguir, tendrás 45, pero no parece que los tengas. Porque es una cosa muy diferente tener 45 y aparentar menos, que aparentarlos y aún así estar guapa (de la forma que Hollywood quiere, claro). Así que, ¿qué estaba reivindicando, la suerte (o el trabajo) que había hecho que aparentara menos, o el derecho de tenerlos, parecerlos y seguir valiendo para el negocio? Porque de la manera que lo contaba, parecía que se lo merecía por sus sacrificios, no porque su edad fuera un accidente. Con lo cual, vendría a reforzar lo que decía yo antes: con este tipo de cosas no se potencia más que una determinada idea de feminidad: que a las mujeres a quienes se presta atención por su atractivo no se las deja aparentar la edad que tienen.

Hace un par de años hubo otro intento de ‘romper barreras’, cuando otra cadena inglesa, John Lewis, fichó a la sudafricana Lauren Moller anunciando, oh maravilla, que era ‘de figura más llena’, una talla 12 (paso de investigar cuánto sería eso en el continente aislado, porque ni en él se aclaran). Y se produjo tal lío con si se habían inflado las cifras (paradójicamente, en este caso), que la campaña y la modelo al final pasaron a mejor vida. Y para qué hablar de Sophie Dahl, la nieta del autor Roald Dahl, que empezó de modelo carnosa y orgullosa ahora es toda ojos y barbilla.

Todo esto, sin embargo, a mí me parece comentable y demás, pero no me escandaliza para nada. Quien se deje meter este tipo de cosas por los ojos, allá ella (y él), y ojalá sea ella tan feliz siguiendo esos dictados como quien no lo hace. El problema viene, supongo, cuando se desea más o menos secretamente, ser de las otras. Y de esa batalla ya va valiendo de echarle la culpa a la publicidad. Mírese uno dentro, que la gente no son recipientes vacíos.

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