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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

domingo, 1 de febrero de 2009

Qué hacemos con nuestros mayores

Eli
En Acordes y Desacuerdos: Escritophenias.

Mi papá tiene 75 años, es viudo desde hace casi cinco, absolutamente independiente para las actividades de la vida diaria, tiene una salud aceptable y la mente más aguda e inteligente que conozco. Él se considera a sí mismo un "senequista" (su padre, como buen cordobés, era estóico por naturaleza, rasgo que tanto mi padre como yo hemos heredado), pero la vida está empezando a plantearle algunas incógnitas. Así que sin más demora, -no por esperada ha sido más fácil -, hemos tenido que sentarnos a hablar acerca de su futuro.

España envejece. El aumento de la esperanza de vida y la disminución de la tasa de natalidad contribuyen a este fenómeno aún cuando se esté viendo suavizado por las oleadas de inmigrantes legales.
Obviando el tema económico, el que yo no podría hablar con propiedad, el número de personas mayores que precisan atención es alarmante.
A la realidad del envejecimiento hay que añadir la dependencia por enfermedad, discapacidad o limitación, que han aumentado en los últimos años a causas del aumento de las tasas de supervivencia de determinadas enfermedades.

El progreso ha desterrado la idea del hogar como núcleo familiar integral.
Las familias actuales están compuestas por pequeños grupos unicelulares donde la figura del abuelo apenas sí encuentra su lugar.
Estamos perdiendo la relación intergeneracional. El abuelo ya no es esa persona viejita que te sacaba caramelos de la oreja cuando iba a buscarte al colegio y que te contaba cuentos mientras te arropaba para dormir.
Ahora el abuelo es esa persona arrugada, que huele raro, y a la que hay que ir a visitar los domingos por la tarde para que no se ponga triste.
Tradicionalmente el rol de la mujer como ama de casa favorecía el cuidado de los mayores en el domicilio conyugal. Pero la incorporación de la mujer al mercado laboral ha convertido en reliquia esta opción.

El ritmo de vida actual, el hedonismo de la sociedad de consumo, la reducción del espacio...hace que cada vez sea más complicado cuidar de los ancianos.
La escasez de las pensiones convierte en una quimera el que los viejitos puedan acceder a la posibilidad de un cuidador domiciliario o al ingreso en un centro especializado, y las residencias concertadas están cada vez más abarrotadas.
Durante las fechas señaladas de vacaciones, los hospitales se llenan de viejitos aparcados por sus familias; durante los picos de prevalencia de las enfermedades estacionales ocurre igual.
Y cuando la patología del anciano no justifica el ingreso hospitalario ¿qué podemos hacer por ellos?

Aunque en España tenemos aprobada la ley de Dependencia y Promoción de su autonomía personal , aún falta mucho para que se alcancen plenamente sus derechos. Los Poderes Públicos se enfrentan a un reto que necesita de una respuesta enérgica.

Pero la atención a los mayores precisa de una puntualización.
Tenemos que diferenciar entre los mayores independientes para mantener su autonomía, los grandes dependientes que precisan una atención integral y los dependientes que sólo precisan de cierta ayuda.
Pero en cualquier caso, es imprescindible que reciban el trato digno que se merecen, el respeto y el cuidado especializado.

Actualmente contamos con la posibilidad de la Asistencia domiciliaria. Para los grandes dependientes, necesitamos centros especializados. Pero la realidad es que necesitamos concienciar a las familias para potenciar la figura del cuidador.
Muchas personas mayores viven solas. Y el aislamiento y la soledad provocan enfermedades.
Además, la incidencia de robos y asaltos a ancianos ha aumentado en los últimos años.

Lo que más me sorprende es que las palabras más despectivas acerca de la senectud casi siempre son preferidas por personas bastante jóvenes que aún apenas han comenzado a vivir. Probablemente ése sea el motivo de la venda que cubre sus ojos.
Invertir en nuestros ancianos es invertir en nuestro futuro.
Al fin y al cabo, todos tenemos fecha de caducidad.


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