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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

jueves, 8 de enero de 2009

Mantén firme tu labio superior

Rogorn
en Blogorn

Un fin de semana del hace año y medio los ingleses podrían haber juntado dos curdas consecutivas de haber ganado los Mundiales de rugby y fórmula 1 (aunque bueno, me imagino que habrá quien haya dicho qué demonios, ya de tener todo el bebercio aquí, vamos a remojar las penas en vez de las alegrías). Y es curioso, porque para la fama que tienen en algunos sitios de soberbios y estirados y de creerse los mejores, la verdad es que no es así en absoluto. Obviamente, hay de todo como en todas partes, pero ellos se reconocen más en la figura del ‘plucky loser’, el perdedor cabezota que lo intenta contra los favoritos del mundo mundial y palma, pero con honra. Habiéndolo intentado. Y bueno, si se gana, bien y si no, a otro pub, mariposa.

Se me recordará entonces la figura del hooligan, pero ése no cuenta. A ése el deporte le da igual. Si gana, bronca y si pierde, bronca igual. Si no existiera el deporte profesional que seguir, buscaría bronca jugando a las chapas. La mayor parte de la gente no es así, y me niego a dejar que ese mínimo común denominador tape todo lo demás.Pero en fin, de lo que quería escribir es sobre la afición al deporte. Al de ver, me refiero. Al sillonbol. A muchos a quienes no les gusta se asombran de cómo puede perder alguien tanto tiempo en algo que ‘no sirve para nada’. ‘¿Te dan de comer el Alonso o el Madrid a ti?’ Bueno, no. Pero tampoco una novela. ‘Hombre, no compares una novela con esto’. Hmm. Pues igual no. Pero en según qué casos, muchas novelas saldrían perdiendo en la comparación.

Tomemos como ejemplo no ya el fútbol, sino los dos deportes que coronaban campeones mundiales (no ingleses, mwahaha) ese fin de semana: el rugby y la fórmula 1. El rugby, incluso entre los no iniciados, goza de bastante respeto. Ya nadie lo ve como algo para brutos, porque nunca lo fue. Y si no, se recuerda la frase famosa de que es ‘un deporte de brutos practicado por caballeros’. Quien lo haya seguido en los últimos años habrá visto cómo se pasaba del amateurismo al profesionalismo, cómo se iniciaban los mundiales y cómo se mantienen las composturas con los árbitros, en un deporte donde tíos como castillos con las pulsaciones a todo tren y a menudo cardenales por todo el cuerpo obedecen sin chistar a árbitros dos palmos más bajos y resisten machacarse los sesos los unos a los otros. Y cómo en 1995, saliendo del apartheid, Sudáfrica organizó y ganó un Mundial que, sin exagerar, ayudó a dar a la gente a la vez confianza en sí misma y esperanza para el futuro tras unos años muy jodidos que todos recordamos por las noticias. Ese Nelson Mandela dando el trofeo, por Dios. Quien dude del efecto de este tipo de cosas, que recuerde el Mundial de fútbol de España 1982 o los Juegos y la Expo de 1992. Que sí, que mientras ocurrían, a la gente la seguían explotando en el trabajo, los ricos seguían trincando, y a la peña la robaban por la calle. Pero a mucha gente le ofreció otra cosa, otro horizonte diferente a lo que lo que podía ver ya todos los días, y un cierto sentido del orgullo siempre ayuda algo. Además, salió todo muy bien, y de eso siempre se puede presumir.

En cuanto a la fórmula 1, no dudo de que es un deporte, ya que los pilotos han de ser atletas de gran condición física, compiten por premios y han de ser los mejores en lo que hacen, pero la diferencia en los motores hace que a mí por lo menos me interese más como culebrón que otra cosa. Es como una serie de tv de las buenas. Ese año quién iba a decir, por ejemplo, que tantas vueltas se iban a dar para que al final ganara el tío que ganó el primer Gran Premio de la temporada, en Australia, Kimi Räikkönen. Pues obviamente esa no es toda la historia ni todo el contenido. Reducirlo a eso sería como leerse el primer y el último capítulo de una novela y decir que ya está.

Por el medio hubo debuts extraordinarios, historias de superación, celos, presiones, envidias, rencores... Esa gente, por ejemplo, en toda España contentos con que Alonso acabara el Mundial no ya segundo sino tercero con tal que no lo ganara Hamilton. Incluso aunque lo ganara Ferrari, que era el enemigo odiado el año anterior. Incluso aunque lo ganara el Iceman finlandés ese, a quien el antes se le deseaba la misma mala suerte. Eso por no hablar de la cantidad de gente española que no traga a Alonso, diciendo que se le ha subido, que qué creído, que no sé qué. Si no se podría hacer un retrato sociológico de los españolitos sólo a base de esta cuestión, que baje Dios y lo vea.

Y bueno, qué decir del fútbol. Aunque sólo sea porque a nivel personal me acompaña desde siempre ya valdría la pena, y abandonarlo sería como tirar las fotos de toda una vida. Muchos de mis recuerdos los asocio a partidos o torneos, y de hecho alguna vez recuerdo en qué año pasó tal o cual cosa por un partido de fútbol que había cerca. Recuerdo un extraño partido entre un equipo de naranja y el otro de albiceleste, lleno de papelitos blancos por el campo. Recuerdo a mi padre diciéndome durante un Italia-Polonia de España 82 que si no leía en misa ese domingo no veía más partidos del Mundial. Recuerdo la final de Italia 90, Alemania Occidental 1 Argentina 0, en Cudillero tras un día de playa. La Eurocopa del 92 aún me la sé entera partido a partido, ya que la escribí en el ordenador que tenía de aquella, aún con la mínima ilusión de algún día ser comentarista de fútbol. La final de la Copa de Europa de 1995, vista en Dublín, donde el Ajax ganó al Milan, dándole por el saco a un gilipuertas italiano de la residencia que era un creído con su ‘calcio’ de las narices. Y bue, puedo llegar así hasta el Mundial de 2006 comentado en directo para el foro de capitán-alatriste a pesar de que nadie me hacía ni puñetero caso, jeje.

Pues eso. Que es una actividad humana, y que, como tal, es más de lo que parece a primera vista, y que si se sigue con atención resulta apasionante.

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