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Este es un blog dedicado a las opiniones e impresiones, sobre todo y sobre nada, de quienes las escriben. Cada uno con su visión e ideas sostiene con su columna una parte importante del edificio. Siéntense a su sombra, hagan corrillo, beban de sus fuentes, ríanse, emociónense, abúrranse, comenten la jugada, o incluso añadan su propio fuste y capitel. Que lo disfruten.

domingo, 11 de enero de 2009

Por qué lo llaman amor cuando quieren decir...Eso

Eli
en Acordes y desacuerdos: Escritophenias

Escuchaba hace tiempo en la radio las declaraciones de una asamblea de hombres contra la violencia de género justo cuando el marido de una paciente se acercaba a pedir algo. Y señalando con la cabeza al emisor se jactaba de no haber tenido nunca necesidad de poner una mano encima a su legítima.
Es cierto que parece una buena persona y que se preocupa de la salud de su esposa. Pero no entiendo que pueda imponer su criterio, gustos o necesidades apoyado por una ley, costumbre o religión.

Incluso dentro del supuesto amparo de una institución que vela por la seguridad de las personas, hay muchísimas ocasiones en las que las enfermeras nos vemos impotentes para evitar situaciones que perjudican a las mujeres.
No hace falta levantar una mano para herir: algunas veces basta con obligarlas a ejercer lo que su derecho de hombres les reclama.
Y que da lo mismo que la paciente tenga fiebre, vomite o sea portadora de una sonda vesical. El derecho marital no espera.

Aún me encuentro en situaciones en las que tratan de prohibirme lavar a una mujer, para evitar que pierda el "olor a hembra". Aún tengo que pelear con alguna paciente tratando de hacerle ver que el encaje rojo no es lo más adecuado para ir a hacerse una prueba diagnóstica, pero es que "es lo que a mi marido le gusta". Aún lucho en vano por intentar que una enferma tenga una ingesta adecuada cuando a su señor esposo no le parece bien y la surte de presuntos nutrientes para la fertilidad. Pero sobre todo aún me hierve la sangre cuando veo a una paciente durmiendo sobre una manta en el suelo porque el amo tiene que descansar en la cama hospitalaria.

Lo más triste de todo no es que se resignen, sino que muchas lo hacen de buen grado.
Cuando todos los servicios de salud del mundo ofrecen una carta de derechos de los enfermos que les garantice su dignida como persona ¿quién protege a estas víctimas?

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